Esta es la
historia de Moctezuma Xocoyotzin y su hermana Papantzin, que fue esposa del
señor de Tlatelolco.
Papantzin
era joven y muy hermosa, vivía en el palacio que le había dado su esposo. Un día
enfermó de gravedad, la atendieron los mejores médicos de Tenochtitlán, pero a
pesar de los esfuerzos murió.
Asistieron
al funeral altas personalidades que vistieron elegantemente, tanto de Tenochtitlán,
Texcoco, y Tlatelolco, de donde era su esposo. Moctezuma adornó al cadáver con
valiosas plumas y joyas de oro y jade.
El cuerpo de la princesa se sepultó en una
gruta, rodeado de hermosos jardines de palacio, adornado con bellas y exquisitas
flores, junto al estanque, donde ella acostumbraba bañarse.
Al día
siguiente del funeral cruzó una niña por el estanque y vio a la princesa
peinando su larga caballera; la niña no se asombró ya que era rutina
encontrarla allí.
De pronto,
la princesa llamó a la niña y le dijo:
-Ven cocotón,
ven. –Ella se acercó a la princesa; ésta le dijo que fuera corriendo a llamar a
la esposa del mayordomo al palacio, pues necesitaba hablar con ella.
La niña
obedeció, y contó lo sucedido, pero la señora se resistía a creerle, pues sabía
como todos que Papantzi estaba muerta y
ya había sido sepultada el día anterior; sin embargo, llegó hasta el lugar y
efectivamente ahí estaba la princesa. De la impresión tan grande se desmayó.
Papantzin
le dijo entonces a la pequeña que llamara a su madre, pero al llegar, también
se desmayó después de dar un grito de espanto. Cuando despertaron de su desmayo
las asustadas mujeres, la princesa les
habló dulcemente y les explicó que no estaba muerta.
Las
mujeres estaban felices al escucharla, pues todos la quería mucho y de
inmediato fueron informarle al mayordomo que la princesa no había muerto, y a
pedirle que fuera a Tenochtitlán a contarle la noticia a Moctezuma, pero tenía
miedo de que no le creyera, y lo castigara por lo mismo.
-Ya que
tienes tanto miedo, ve a la ciudad de Texcoco y dile al señor Netzahualpilli
que venga a verme –dijo la princesa.
El mayordomo,
que estimaba mucho a la princesa la obedeció enseguida y fue a entrevistarse
con Netzahualpilli; pero éste tampoco lo podía creer. Sin embargo, cuando la
vio en Tlatelolco y la vio sentada confirmó que era verdad.
Decidió ir
a México-Tenochtitlán para ver a Moctezuma y hacerle saber que su hermana
estaba viva y que quería darle una noticia importante.
Moctezuma
no daba crédito a lo que escuchaba de Netzahualpilli, y éste le rogó que fuera
a Tlatelolco para que tuviera la certeza de que era verdad lo que le decía.
Finalmente
Moctezuma salió rumbo a Tlatelolco, acompañado de mucha gente y guerreros de la
corte, por que pensaba que se trataba de una trampa.
Al ver a
su hermana no lo podía creer, ya que él mismo la había sepultado en la gruta
del día anterior, y ahora se encontraba viva ante sus ojos; mudo de asombro,
con voz ahogada, le dijo:
-Papantzin,
hermana mía, en verdad eres tú o eres un fantasma que perturba mis sentidos.
-Sor yo,
señor, Papantzin, tu hermana, la misma que enterraste ayer en los jardines de
este palacio, estoy viva, y tengo que darte un mensaje importante que me ha
sido revelado.
Mudo de
asombro, tomaron asiento aquellos señores y se dispusieron a escuchar aquella
revelación.
-Cuando caí
en el profundo sueño de la muerte, tuve una visión. Me encontraba en un camino,
que se dividía en muchos senderos y a un lado pasaba un río con un gran caudal
de agua. Pensé cruzarlo nadando, cuando se prensentó de repente un hermoso
joven con gran porte que vestía una túnica blanca y brillaba con el sol. Tenía
dos alas adornadas con plumas y en su frente llevaba una señal (al decir esto,
Papantzin hizo con sus dedos la señal de la cruz). El joven tomó mis manos y
dijo las siguientes palabras: “¡Alto! No te arrojes al río de las aguas
turbulentas, no es tu tiempo de cruzarlo, todavía no conoces al verdadero Dios,
creador de todas las cosas, pero aún así él te ama y quiere salvarte”.
Después de
escuchar estas palabras, el hombre me condujo por la orilla del río en la que
se veían huesos y cráneos humanos y se escuchan lamentos a lo lejos, que
llamaban a la compasión.
Al alzar
la vista vi unas embarcaciones muy grandes y dentro de ellas muchas hombres,
diferentes a nosotros.
Su piel
era blanca como el papel y barbas largas; cubrían sus cabezas con cascos que
resplandecían y sostenían en las manos unas banderas.
Entonces el
hermoso joven habló de nuevo para decirme:
“Dios
quiere que vivas aún, a fin de que des testimonio de lo que va a pasar en tu
tierra; de las transformaciones que vas a ver próximamente. Los lamentos que
escuchastes a lo lejos, son las almas de tus antepasados, quienes vivían atormentados
en castigo a sus desobediencias. Los hombres que viste en las embarcaciones,
son guerreros que van conquistar a tu pueblo, pero alégrate, con ellos viene la
noticia del verdadero Dios, creador de todo cuanto existe. Cuando termine la
guerra y se extienda el conocimiento de Dios, y tus hermanos de raza reciban el
agua que lava todos los pecados, tú serás la primera en recibirla”.
Después de
decir estas palabras desapareció, y yo desperté nuevamente, como si hubiera
salido de un sueño; me levanté de la fría piedra en que me encontraba, y moví
la roca que tapaba la gruta para salir del jardín, buscando a mis sirvientas
para explicarles todo lo que me había pasado.
Al
escuchar el relato, Moctezuma regresó a su palacio, decaído y triste,
aterrorizado por que su imperio iba a ser conquistado.
Los médicos
trataban de consolarlo y le decía que probablemente su hermana se estaba
volviendo loca a causa de la enfermedad que había padecido.
Pero
Moctezuma no dejaba de estar muy triste, pues lo que su hermana le había
relatado de alguna manera corroboraba las noticias de la costa: precisamente
había visto llegar a estos hombres, como Papantzin lo había dicho, sin saber de
lo que se trataba.
En cuanto
a Papantzin, ésta sufrió algunas transformaciones en su conducta; después del
acontecimiento, vivió encerrada en sus habitaciones; dicen que apenas comía y
sacrificaba su vida, absteniéndose de lujos.
En 1524
recibió las aguas del bautismo, siendo efectivamente la primera que nació con
Cristo, por sus aguas vivificadoras, recibiendo en ese acto el nombre de doña
María de Papantzin.
Después,
su vida poseyó todas las virtudes, derramando bondad a todos los que la
rodeaban; así murió para entrar a la vida que nunca se acaba. Fuente bibliográfica
Leyendas
mexicanas (versión de Teresa Valenzuela) – Mario Rodríguez. 2013
wow yo lo tengo en mi libro de leyendas mexicanas
ResponderEliminarpero me gustooooooooo WOW
ResponderEliminarEsta muy bonita y interesante ala vez
ResponderEliminarput0 y la queso hcer4
ResponderEliminarYo tengo ese libro
ResponderEliminarMuy bonita la leyenda
ResponderEliminarLo que yo daria por imprimir esta grandiosa historia
ResponderEliminarEsta historia la leí hace 25 años que la leí, cuando los tiempos eran más alegres, pero bueno recordar es volver a vivir, muy bonita y triste
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