viernes, 30 de enero de 2015

EL MAGUEY Y EL MITO DE SU ORIGEN.



Por: Armando Bautista Reyes

Las auténticas maravillas que se le atribuye al maguey, no tienen límite y fronteras; la mayor parte de los pueblos correspondientes de la región del anahuac, utilizaban sus recursos para proveerse, según los menesteres de cada región. Antes de acercarnos al mito de la creación de esta planta según el códice Borgia, se debe comprender que la palabra maguey, se deriva del vocablo náhuatl “metl” y está relacionado con una de las antiguas deidades del panteón azteca con el nombre de “mayáhuetl” (la diosa del pulcre). (1)

Algunos de los beneficios que se extraían para el usufructo del indígena, era “agua, vino, aceite, vinagre, miel arrope, hilo, aguja…” he aquí, el por qué la importancia de su cultivo hasta nuestros días y el por qué el jesuita fray José Acosta, lo denominaría como “el árbol de las maravillas”. (2)

El mito de su origen

“Los hombres poseían los granos que garantizaban su sustento, pero carecían de otros productos que les proporcionaran placer y gozo. Los dioses acordaron darles algo que los hiciera propensos al canto y al baile.

Quetzalcoatl decidió que una bebida intoxicante brindaría placer a sus vidas y recordó entonces a Mayahuel, "hermosa joven diosa del maguey", que vivía con su abuela, una Tzintzimitl, demonio celestial de la oscuridad.

En una ocasión, Quetzalcoatl la convenció para que bajase a la tierra, para amarse convertidos en las ramas de un árbol bifurcado. Pero cuando su abuela se despertó y no vio a Mayahuel, llamó a otras Tzintzimitlis para que bajasen a la tierra y ayudarle a buscar a su nieta.

Cuando se acercaban, el árbol se separó en dos, entonces la abuela, descubriendo a su nieta como una rama, la despedaza y deja los restos para que los devore otra Tzintzimitl. Sin embargo la rama en que se había convertido Quetzacoatl permaneció intacta.

Cuando se alejaron, Quetzacoatl tomó los restos de la joven virgen y los enterró. De ello brotó la planta del maguey, de la que se extrae el pulque, usado en las ceremonias como bebida ritual y ofrenda para los dioses.

Así, tras su muerte, Mayahuel se convirtió en diosa.” (3)

Fuente bibliográfica:

1) Historia general de las cosas de Nueva España; vocabulario “de las palabras y frases en lengua náhuatl que usa Sahagún en su obra”; página 907; Editorial Porrúa 2006 “sepan cuantos…”; décima primera edición; anotación y apéndice de Ángel María Garibay K. – Fray Bernardino de Sahagún.

2) Historia natural y moral de las indias; libro IV, capítulo XXIII “Del maguey, del tunal, de la grana, del añil y algodón”; páginas 382 – 383; Madrid 1894; reimpreso de la primera edición de Sevilla de 1590. – Fray José Acosta.


3) http://pueblosoriginarios.com/meso/valle/azteca/maguey.html

jueves, 22 de enero de 2015

MITOS Y SUPERSTICIONES DE LOS INDÍGENAS ACERCA DE LA MUJER PREÑADA



Por: Armando Bautista Reyes.

Existen en el mundo indígena tantos mitos y creencias, que muchas de ellas llegaron a convertirlas en una realidad, para establecer el control y el comportamiento de un pueblo, según la veneración de sus dioses.

Tal es el caso de la mujer, el cual, se le atribuye una infinidad de creencias desde tiempos remotos, para mantener el funcionamiento correcto del periodo de gestación. A continuación, mencionaremos algunas, que fueron traducidas del náhuatl, por el franciscano Sahagún.

  • Un antiguo mito decía, que si la mujer preñada, veía que ahorcaban a alguien, o bien, que lo aporreaban, el niño nacería con una soga de carne en la garganta.
  • Otro antiguo mito decía, que si la mujer preñada, miraba un eclipse solar o lunar, el niño nacería con pocos dientes. Pero si ésta insistía en observar, debía remediarse con una navajuela de piedra negra en el seno, hasta tocar la carne.
  • Otro antiguo mito decía, que si la mujer preñada, mascaba aquel betún que se llama “Tzictli” (goma masticable: es la goma del achras zapote [chicle]), lacería la enfermedad de los labios punzados.
  • También se decía, que si la mujer anduviese de noche, el niño sería muy llorón; pero si el padre salía por la noche y veía alguna estantigua (fantasma), su hijo tendría mal de corazón. La panacea para este infortunio, en el caso de la mujer, era colocarse unas chinas en el seno, o un poco de ceniza en el hogar, o unos pocos de ajenjos que llamaban “iztáuhyatl”; en el caso del hombre, se ponían en el seno chinas, para excusar el peligro del hijo que estaba en el vientre de la madre; y si esto no hacían, decían que la criatura nacería con ciertas enfermedades, por ejemplo: un tumor en la ingle.


Y ustedes, ¿cuál de estos mitos continúan creyendo? O ¿Conocen alguna otra superstición? Si es así ven y compártela con nosotros. Gracias.

domingo, 18 de enero de 2015

EL CULTO EN EL TEPEYAC

Por: Armando Bautista Reyes

Recomendación: este artículo puede lastimar tu fe, acerca de la creencia guadalupana, pero si insiste en leerlo, le recomendamos hacer uso de la lógica, y saque sus propias conclusiones.




El Tepeyac – “punta de los cerros” (1) – era un punto de reunión para rendir culto a la diosa “Tonantzin” – nuestra madre. Dicho lugar contaba con un templo para efectuar ceremonias solemnes en honor a su deidad. Durante estas fiestas se hacían sacrificios, ofrendas, concursos, pero más sorprendente era, que afluía muchísima gente del valle de México, entre ellos hombres, mujeres y niños, sin importar la distancia.


A la llegada de los españoles – después de la conquista de México – se edificó una iglesia con el nombre de la virgen de Guadalupe, con la finalidad de paliar las antiguas devociones indígenas y sustituirlas por la religión católica; haciéndoles creer que la palabra Tonantzin se componía de dos vocablos: To (Dios) y Nantzin (madre). (2) Por esta razón el indígena llamaba a la virgen de Guadalupe Tonantzin, bajo la creencia que era la madre del Salvador. Aún así, los mexicanos continuaron con los festejos de sus tradiciones y costumbres a excepción de la inmolación de personas. 

Conforme transcurría el siglo XVI se levantaron más iglesias en honor a la Virgen; pero nadie iba a visitarlas. El único templo que se visitaba, era el del Tepeyac. Esto levantó sospechas entre los religiosos, quienes muy presto comenzaron a cuestionarse, si realmente el indígena veneraba a la virgen de Guadalupe. Ejemplo de ello, nos da el Franciscano fray Bernardino de Sahagún:

“y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas,  y vienen de lejas tierras a esta Tonantzin, como antiguamente.”

El etnógrafo e historiador franciscano se muestra perspicaz ante la misteriosa devoción y descubre que el indígena, continúa concibiendo, que aquella imagen pintada es la antigua diosa Tonantzin, y no la Virgen María, la cual había sido impuesta por los españoles. Gracias.

Nota: Ningún cronista del siglo XVI, relata el acontecimiento de la aparición Guadalupana; es muy curioso saber, que el principal testigo fray Juan de Zumárraga, de todas sus obras, no hay nada escrito o evidencia alguna, acerca de lo acaecido. ¿Por qué se llevaría algo tan importante a la tumba? ¿Por qué no difundió este hecho milagroso, del cual, millones de mexicanos y de toda América, son devotos a ella? Saque usted sus propias conclusiones.

Fuente bibliográfica


Historia general de las cosas de Nueva España; libro XI, apéndice “adición sobre supersticiones”, página: 681 – 682; Editorial Porrúa 2006, décima primera edición; anotación y apéndice de Ángel María Garibay K. – Fray Bernardino de Sahagún.