viernes, 24 de octubre de 2014

LA LLORONA



Cuando en la catedral se daba el toque de queda, todos los habitantes de la ciudad de México se encerraban a piedra y lodo.

Dicen que hasta los soldados, que habían mostrado su valentía en la conquista de México, al llegar a esa hora, mejor se quedaban en sus casas; los corazones sobresaltaban al oír un gemido terrible, que penetraba hasta los huesos.

La ciudad vivía atemorizada.

“¡La llorona!”, clamaba la gente, y del susto apenas podía rezar una oración; y con la mano los vecinos hacían la señal de la cruz.

¿Quién podría ser el valiente que se atreviera a salir al escuchar ese terrible llanto?

Se decía que esto era cosa de ultratumba, pues si se tratara de gritos humanos no se escucharían tan lejos, y sin embargo estos lamentos se oían por toda la ciudad.

Hubo algunos que, envalentonados por el vino, decidían salir a su encuentro, hallando la muerte, otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían estar en sus casas.

La llorona era una mujer que flotaba en el aire, iba vestida de blanco y tenía cubierta su huesuda cara. Cruzaba la ciudad lentamente; dicen quienes la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel gemido angustioso que asustaba a todos.

-¡Ay, ay de mis hijos, qué será de mis hijos!

Cuando llegaba a la plaza mayor, allí se hincaba, besaba el suelo y se ponía a llorar con mucha desesperación, y con un largo ¡Ay, ay…!

De pronto desaparecía, como si se escondiera entre las nubes.

Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México. Muchas eran las versiones referentes a ella. Unos decían que la mujer había fallecido, lejos de su esposo a quien amaba profundamente.

Otros afirmaban que la mujer nunca pudo casarse, pues la sorprendió la muerte, antes de que dieran su mano, y que el caballero se encontraba en vicios que perturbaban su alma.
Al decir de otras personas, se creía que la mujer era viuda y que se lamentaba, porque sus hijos huérfanos estaban angustiados y no tenían a alguien que los ayudara. También se decía que la mujer era una pobre madre cuyos hijos habían sido asesinados; y que salía de la tumba para llorarles.

Hay quienes sostenían que había sido una esposa infiel y como no hallaba paz, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón, por sus faltas. Además se decía que la mujer había sido asesinada por su marido celoso, y que la famosa llorona, era la célebre “doña Marina”, conocida también como la Malinche que vivió sin casarse con Hernando Cortés, y que venía, con permiso del cielo, a llenar el aire de lamentaciones, en señal de arrepentimiento por haber traicionado a su pueblo, al estar del lado de los españoles que cometieron tantas atrocidades.

En las noches de luna, se veía su silueta por las poblaciones circunvecinas que asustaba al ganado; se le vio de rodillas, al pie de las cruces; salía con gran misterio de cuevas, donde habitan salvajes fieras, emitiendo siempre su lamento:

-¡Ay, ay de mis hijos, qué será de mis hijos!

Esta leyenda de la llorona es muy antigua, pues también se comentaba que se trataba de mujeres que morían en el parto, solían venir en una fecha determinada, convirtiéndose en fantasmas para asustar en los caminos quienes transitaban por ellos.

También había opiniones de los españoles que afirmaban que salía una mujer del lago que angustiada decía:

-¡Ay, ay mis hijos, ha llegado la hora de su destrucción!

Todavía en los primeros años del siglo XVII se escuchaban los gritos de la llorona; de pronto y misteriosamente, desaparecieron para siempre y desde entonces, ya pudieron dormir tranquilos los habitantes de la ciudad de México.

Fuente bibliográfica

Leyendas mexicanas, versiones de Teresa Valenzuela, editores mexicanos unidos, s. a. octava impresión; enero del 2013. – Mario Rodríguez.

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