Autor del cuento: Armando Bautista Reyes
Sólo
pensaba desde el umbral de su ventana, cómo podría sacar adelante a su familia
de la desgracia en que vivían. Esteban había intentado conseguir cualquier tipo
de trabajo, pero no tuvo éxito. Ninguna empresa le daba la oportunidad de
trabajar para poder avituallar a su familia. Y al no tener el recurso
financiero para abastecer a sus hijos y a su esposa, los días y noches se
hicieron más insoportables; las peleas entre él y su mujer cada vez eran más
constantes.
-
Esteban, los niños tienen hambre - dijo su esposa Sofia muy angustiada.
-
¡Qué chingaos quieres que haga si no tengo trabajo! - dijo refunfuñando éste-
-
¡Pues entonces ve y busca otro, no te conformes con uno, no tienes idea de cómo
me emputa ver a mis hijos sin comer! - Sofía se echó las manos al rostro y no
resistió las ganas de llorar.
Aquella
noche ambos trataron de mantener la calma.
-
Discúlpame no quise hacerte llorar - dijo Esteban tratando de consolad a su
mujer – Ven, vamos hacer un poco de
oración.
Los
dos se tomaron de las manos, y rezaron el padre nuestro; pero su esposa estaba
tan desesperada por la terrible situación por la que estaban pasando, que ni
ganas tenía de orar.
Al
día siguiente, Esteban salió muy temprano, fue a casa de su mamá para desayunar
y posteriormente fue a buscar trabajo. Así pasó toda la mañana, dejando
solicitudes por donde sea, no importaba si fuese de barrendero, limpiar las
calles, de albañil…, lo único que importaba eran sus hijos, Luis y Rosendo.
Al
caer la tarde, Esteban decidió descansar, tomó asiento en la orilla de la
banqueta, suspiró. <Ayúdame señor no me abandones> se dijo mentalmente.
Al
poco rato un coche muy lujoso de la marca Nissan se detuvo frente a él. Él sólo
observaba la escena. Después la ventanillas de aquel coche tipo claroscuro iban
bajando. El conductor tenía unas gafas oscuras, piel blanca, mostraba una
seriedad, no tenía cabello, volteó hacia a Esteban y le hizo señas que fuera
hacia él. Éste se acercó.
-
Cómo te llamas – dijo
el extraño conductor mostrando una imagen en su rostro como si estuviera
preocupado por Esteban.
-
Esteban – dijo en tono
de preocupación.
-
Mi querido Esteban me
he enterado de tu situación por la cual estás pasando y he decidido ofrecerte
un trabajo, para que lleves el pan de cada día a tu familia. – hizo una breve
pausa y sonrió - ¿Aceptas?
Esteban
no supo que decir, a aquél que le estaba ofreciendo un empleo. La última
palabra la tenía él y respondió:
-
No gracias, la neta no
te conozco amigo, ni tú a mí… con permiso.
Esteban
dio media vuelta y empezó a caminar con paso firme acelerado, temió ser
perseguido por el conductor. Éste lo alcanzó de nuevo e insistió en ofrecerle
un trabajo y que sería de gran beneficio para
sus seres queridos.
-
Oye amigo – dijo el
conductor desde el interior del coche – disculpa no quise asustarte, me enteré
que andabas buscando trabajo en las oficinas donde yo laboro, y es así cómo te
escuché, pero si tú no quieres, no te preocupes, es normal que no aceptaras,
puesto que soy un extraño para ti – finalmente salió del coche con unos papeles
– mira, sólo quiero mostrarte estos documentos, para que los leas y sepas
en qué consiste el trabajo que te
ofrezco. Nosotros lo llamamos carrera contra el tiempo. Además puedes tomarlo
como un deporte, si así lo prefieres, podrás conocer altas personalidades de
élite; es más sólo te digo que en estos eventos participa el exgobernador de
Vera Cruz Fidel Herrera Beltrán. No te imaginas cuanto obtendrás mensualmente
por cada carrera; sólo piensa en tus hijos por un instante, ¿no es esa tu
preocupación?, ¿el no tener qué darles de comer? – El conductor le puso la mano
en el hombro – anímate Esteban, no te rindas mi hermano, esta es tu
oportunidad, tú sabes si lo tomas o lo dejas, la elección está en ti. Aquí te
dejo estos papeles, ahí está mi número de celular. Si te animas, ahí me llamas.
Chao.
El
conductor abrió la puerta de su coche y Esteban sólo quedó pensativo, en la
oferta que le había proporcionado. No sabía qué decidir. Se sentía un poco
convencido. Trajo en mente a sus hijos, su esposa, sus deudas, y todos los
conflictos que giraban en derredor de él.
-
Espera – dijo Esteban – acepto el trabajo en dónde me
presento.
-
Muchas felicidades. Qué
bueno que aceptas el reto. Aquí está la dirección. De hecho éste es nuestro
punto de reunión dónde hacemos las presentaciones de todos los competidores y
luego partimos hacia el campo de concentración, donde disfrutamos de un bello
amanecer. Te espero al rato a las once de la noche. Procura llevar tenis por
que lo necesitarás. ¿Tienes ropa deportiva?
-
Si tengo.
-
Perfecto – el conductor
chocó las manos en señal de alegría – entonces no se diga más, nos vemos al
rato Esteban. Qué tengas un buen día.
-
Gracias igualmente –
respondió éste.
Ambos
se dieron un fuerte abrazo y cada quien se fue por su lado.
Cuando
Esteban llegó a su hogar, de inmediato le platicó lo sucedido a su esposa
Sofía. Ella no estuvo muy convencida del todo. Al final, Esteban tomó la
decisión de que lo haría por los niños.
Llegado
las once de la noche Esteban se presentó en el casino “Caliente”. Cuando quiso
entrar, un guardia lo detuvo.
-
Lo siento esta noche no
está abierto al público, son sólo reservaciones – dijo el guardia
-
Mira fui citado por el
señor Mauro López, él fue quien me dijo que viniera para una presentación
- contestó Esteban.
-
Si me permite, iré a
informarle.
El
guardia informó al señor Mauro López y éste salió a recibirle.
-
Qué paso mi Esteban,
por un momento pensé que no vendrías – dijo el señor Mauro dándole un fuerte
abrazo – Que valiente eres. Me gusta que
la gente sea optimista como tú.
-
Gracias señor Mauro,
pues aquí no mas… éste idiota no me dejaba entrar.
-
Va, no hagas caso, olvídate
de ello. Ven, pasa que voy a presentarte.
Cuanta
razón tenía aquél extraño conductor, todo lo que dijo era verdad. Mucha gente
importantísima estaba presente. Entre ellos el exgorbernador de Vera Cruz Fidel
Herrera Beltrán. Esteban tuvo el honor de conocerlo en persona y conversar con
él. Así mismo conoció a grandes empresarios que estaban dispuestos a ofrecerle
trabajo pasando aquella noche. Esteban, quedó impresionado al ver tanta
gallardía y bizarría a su derredor, tanto que las propuestas laborales le
cayeron como lluvia. Pronto, el señor Mauro López tomó la palabra y Esteban
permaneció a su lado. Lo presentó como un corredor difícil de atrapar; como el
más veloz que había conocido en toda su vida. Todos quedaron admirados y
maravillados por las habilidades de Esteban. Muchos aplausos se oían a en torno
a él. Quince minutos después, todos abandonaron el lugar, y tomaron sus coches
para ir al campo de concentración. Eran cerca de cien invitados.
Una
vez que afluyeron al lugar, se hicieron preparativos para comenzar la carrera.
Todos bebían a excepción de Esteban.
-
Oiga Señor Mauro, ¿aquí
es la carrera? – Preguntó Esteban muy curioso, al estar rodeado de muchos
árboles.
-
Así es Esteban. Ven
acércate, te explico. Como veras, tu trabajo consistirá en cruzar corriendo
todo este montón de árboles. Si logras llegar hasta la orilla de la playa,
serás acreedor de un millón de pesos. Todo esto deberás hacerlo corriendo. Sólo
tienes permitido descansar cinco minutos. Si sobrepasas los minutos que te
ofrezco, estás perdido y por consecuencia se acaba el juego. Y desde luego, no
podrás llevarle el pan de cada día a tu familia. ¿Estamos de acuerdo?
-
Si señor – replicó
Esteban confundido.
-
Así que, a la cuenta de
tres comienza a correr.
Todos
los presentes contaron <una, dos, tres>. Esteban emprendió su carrera con
ganas infiltrándose entre los árboles. <Qué estupidez, no tengo ni la más
mínima idea, de por qué estoy corriendo> se dijo así mismo. Llevaba quince
minutos Esteban sin parar. Sintió cansancio. Y se sentó junto a unas piedras.
Todo estaba oscuro.
-
Es el juego más
estúpido, no tengo ni la más mínima idea el porqué estoy corriendo. Pinche vato
pendejo, a mi se me hace que está jugando conmigo – refunfuñó Esteban.
En
cuanto a la gente rica que había asistido al evento, todos a excepción de
mujeres, sacaron escopetas y rifles dentro de sus coches. También llevaban
consigo unos perros de raza pastor alemán. La cacería estaba a punto de
comenzar. Todos jugarían con la vida de Esteban. La sangre de un inocente que
por buscar un trabajo digno, encontró la muerte. De pronto, el señor Mauro
López habló en voz alta:
-
Muy bien, acérquense
todos – se frotaba las manos sonriendo – espero que tengan preparado sus
escopetas, por que este juego va a dar inicio. Quién logre derribar a nuestro
espléndido corredor, será merecedor de 5 millones. Pueden ocupar cualquier tipo
de arma, porque les aseguro que nuestro amigo Esteban, no será fácil de
atrapar- hizo una breve pausa, se rascó
la barbilla y viró hacia la dirección de aquel monte lleno de árboles por donde
corrió su víctima. Alzó las manos y con un aplauso dijo – qué comience la
función.
Todos
partieron a buscar a su víctima, 50 personas andaban en su búsqueda; los perros
olfateaban la tierra, tratando de encontrar algún rastro de él. Para que fuera
más rápido localizarlo, todos se esparcieron. Qué manera de engañar a un
inocente, ofreciéndole la fortuna a cambio de ser participe de un juego
macabro. E inmediatamente se escuchó un fuerte grito: ¡allá está, que no
escape!
Cinco
personas corrieron en dirección hacia a él y enseguida se oyeron los disparos.
Esteban estuvo a punto de darle un infarto y huyó despavoridamente. Las otras
personas al oír los disparos, enseguida afluyeron al lugar para atrapar a su
víctima. Luego soltaron a los perros. Nuevamente lo perdieron de vista. La
tremenda oscuridad no les permitía visualizar bien a su corredor.
Pobre
de Esteban, quedó arrepentido de haber aceptado aquél trato misterioso de
aquella mañana.
-
Hijo de su pinche
madre, me engaño éste cabrón – refunfuño Esteban al ver en el lío en que
involucró.
Ahora
sólo le quedaba rezar para salir con vida. Con lágrimas en los ojos maldijo el
momento en el que conoció a Mauro López. La vida sólo le permitió un minuto más
para pensar en sus dos hermosos hijos y en su adorable esposa. Sin embargo uno
de los perros le interrumpió esa triste despedida mordiéndole el brazo.
-
¡Ay Dios mío mi brazo!
– Gritó muy fuerte y por desgracia fue escuchado por los francos tiradores.
Esteban
al no poder soltarse del perro comenzó a golpearlo, pero el animal seguía
clavando los dientes en su brazo, parecía como si se lo quisiera amputar. Éste
al sentir más dolor, no tuvo otra opción que agarrar un palo de muy buen grosor
y le aporreó la cabeza, hasta que se la reventó. Sólo así se libró del animal.
Al
intentar correr otra vez, dos disparos lo detuvieron, provocando que se
arrojara al suelo. Se arrastró sigilosamente a un enorme árbol y allí se ocultó.
Esperó a que poco a poco se acercara uno de los tiradores. Al parecer ya no le
importaba nada. Tenía que buscar la forma de salir de ahí; no importaba a quién
tenía que arrancarle la vida. Su miedo, había despertado su valentía para hacer
frente, a las circunstancias por las que estaba pasando. Los latidos de su corazón
eran muy acelerados. Cuando lo tuvo cerca de él, lo atacó por la espalda con
fuertes garrotazos; lo machacó sádica y violentamente; y le arrebató el último
aliento de vida. Después de esto, tomó el arma de aquél individuo, aunque no
sabía cómo usarla; tampoco sabía para donde correr. Intentó guiarse con las
estrellas; pero fue inútil. ¿Qué otra desgracia le acontecería? ¿A quién más
tendría que agarrotar? ¿Cuánto tiempo le restaba de vida? Por cada minuto que
pasaba, Esteban iba perdiendo la cordura. Y en un par de segundos, terribles
balazos perforaron los árboles dónde se encontraba él. Éste respondió también
con fuego. Pero la mano le temblaba al estar sosteniendo el arma; hasta que se
cobró la vida de cuatro poderosos empresarios. Finalmente llegó hasta la costa.
No podía más. Se encontraba exhausto. Su arma ya no tenía balas. Cansado y
fatigado se dejó caer en el suelo. Después de unos breves minutos, un hombre
calvo de traje oscuro y una magnífica gabardina se encontraba a un costado de
él. Se trataba del señor Mauro López.
-
Parece que el juego
terminó mi querido Esteban – dijo el señor Mauro.
Esteban
comenzó a llorar, sabía que eran sus últimos minutos de vida. Mauro le pisoteó
la herida del brazo izquierdo.
-
Por qué me engañó –
dijo Esteban
-
Lo siento amigo pero tú
te dejaste engañar, no fui yo. Debo confesar que eres un ignorante de primera
clase y que elegiste lo más fácil en vez de esforzarte en tener un trabajo
digno. También he escuchado que tampoco te gustó estudiar; así que te
conformaste con lo que tenías. Pero el tiempo te hizo ver tu error. Y encima de
todo esto culpas al rico de tu desgracia, cuando en realidad el culpable eres
tú. Además, nadie está destinado a ser pobre; recuerda que en este mundo somos
lo que elegimos ser. Y tú elegiste la pobreza – mientras seguía hablando sacó
un arma en el interior de su gabardina, le colocó tres balas y apuntó hacia
Esteban – sólo tengo dos noticias para ti, una buena y una mala. La buena, es
que ganaste la carrera, debo admitir que tienes agallas y tu valentía te ayudó
a sobrevivir. Así que cumpliré mi parte del trato en el acuerdo que quedamos.
Mañana mismo tu esposa recibirá un millón de pesos. Puedes estar seguro de eso.
A diferencia de los políticos, yo si tengo palabra.
-
¿Y la mala? – preguntó
Esteban.
-
Qué ya te cargó el
payaso
Tres
disparos recibió en el pecho Esteban; y así como él muchos más han sido
víctimas y participes de juegos macabros, que solo atemorizan a la población e
infunden el pánico en diferentes lugares. El cuerpo de Esteban fue
descuartizado y arrojado en un lugar lejos de Vera Cruz. Sofía recibió en un
sobre un millón de pesos en la puerta de su casa al amanecer. Y nunca más
volvió a saber de su esposo. ¡Ay de aquél que se atreva a difundir esta
historia, porque la muerte lo perseguirá en el final de sus días!
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