Por: Armando Bautista Reyes
Las estantiguas o fantasmas de los que mencionaban tanto los aztecas, se
tenía la creencia de que eran ilusiones de “Tezcatlipoca”;
es por eso que muchos indígenas trataban de evitar un encuentro con ellos.
Además, aquél que lo veía, concebía la idea de tener mal agüero y por
consiguiente de morir en la guerra o bien, por alguna enfermedad; o en otros
casos, alguna desgracia les había de venir.
Estas estantiguas, casualmente eran vistas por gente pusilánime y
medrosa, quienes a su vez corrían despavoridamente a sus casas, concibiendo la
idea de que eran perseguidos por el espíritu.
Sin embargo no todos corrían con la misma suerte, pues los guerreros
valientes (la mayoría soldados viejos) siempre andaban en busca de éstos,
exigiéndoles espinas de Maguey (para los guerreros aztecas estas espinas eran
signo de fortaleza y valentía en las guerras, con esto cautivaban a sus
adversarios), después de que estas estantiguas les daban lo deseado a estos
guerreros, eran despreciadas y se les escupía.
Otras veces cuando se trataba de un fantasma sin pies y cabeza, recibían
el nombre de “Tlacanexquimilli” muy caracterizado por su lamento como la de
un enfermo.
En cuanto a las mujeres preñadas, si éstas andaban de noche, era
menester que se untasen un poco de ceniza en el seno o en la cintura, para
evitar ver a un fantasma.
Así que procuren no andar solos por la noche; quizás no te encontrarás
con un fantasma, pero sí, con un delincuente que te dejará una mala evocación
para toda la vida.
Historia
General de las Cosas de la Nueva España. Editorial Porrúa (sepan cuantos…);
décima primera edición 2006; libro V; cap, XI, XII, XIII; pag. 267, 268, 269; Apéndice
cap, X; pag. 272 – Fray Bernardino de Sahún.
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